¿Es bueno o malo el cambio de hora?

Cambio de hora

El cambio de hora es una situación que, en general, no es bienvenida. Por más que nos convenzamos de que será mejor, que aprovecharemos más el día, que se ahorra mucha energía, etcétera, nos molesta en todo sentido tener que vivir de un momento al otro con una hora más o una menos.

Cambio de hora.
Cambiar la hora o no. esa es la cuestión.

Qué podría pasar con una hora más o una menos

Con el cambio de hora, pueden pasar cuestiones difíciles e inusuales, como por ejemplo, que no nos enteremos de que hay que cambiar la hora y vivamos la vida como unas personas locas y desfachatadas, a quienes no nos importa estar en concordancia con un país entero. Por eso y afortunadamente, esta modificación casi abismal en nuestro rutinario, común y ordinario estilo de vida, sucede el domingo. Así tiene que ser.

El problema con la dormida

De todos modos, cuando agregamos hora más, salimos a la calle, casi de madrugada, aunque en el horario de invierno ya tenemos el sol por encima nuestro, y sentimos, extrañamente que acabamos de llegar de la disco o que nos quedamos toda la noche hablando con amigos, que el amanecer llegó y que no nos dimos ni cuenta. Hasta nos sentimos muy jóvenes otra vez. Hasta que, por esas calles del barrio donde no hay nadie “a esas horas” aparece una mujer desconocida y nos dice entre dientes: “Estamos todos/as dormidos/as”. Al contrario, al perder una hora, es decir, adelantarla, nos quedamos con menos tiempo y el día se hace tan corto que la noche llega y nos agarra sin haber hecho nada o casi nada de lo que habíamos planeado.

Como buenos animales de costumbre

La confusión reina en las expresiones efusivas, cansadas, dislocadas, que se escuchan durante este fenómeno obligatorio, pese a nuestra resistencia. Y pasa que realmente nuestro reloj biológico sufre a pleno; no es una exageración humana de gente inadaptada que no puede aferrarse a las reglas. Se trata de un gran desarreglo orgánico y psicológico que sólo se acomoda semanas después cuando, como buenos animales de costumbre, ya todo vuelve a la normalidad en nuestro cuerpo. Ni hablar si hay bebés o niños/as en la casa donde la rutina es un factor clave para sus vidas. Como es imposible entender las funciones de un reloj o el paso del tiempo –cuestión que tampoco es clara en las personas adultas- los más chiquitos/as resienten mucho las horas de sueño, igual que las mamás y los papás. Ahí estamos a cuerpo pelado y sin razón alguna.

Es que nuestro amigo, el cuerpo, no concibe estos cambios

Lo más curioso es que, a pesar de que somos seres pensantes y lógicos, en este tipo de eventos, regresa la memoria animal y corporal. Cuesta adaptarse porque es un hecho que sucede por las sensaciones y no, por los pensamientos. Si pudiéramos decirle a la mente: “tranquila, solamente te modificamos tu vida, pero se trata nada más que de una hora”, no habría problema. Pero sí los hay.

Por eso, lo mejor es aceptar que ese cambio existe y comienza, simplemente, a fluir, y no resistirse al evento. Como todo en la vida, la rigidez no es una buena manera de convivir. Entregarse y dejarse transcurrir hace bien a la salud y nos protege del mal humor, la ansiedad y el estrés. Y estas recomendaciones van sin importar en qué lugar y hora del mundo habitan, ¿verdad?

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