Aunque, según Daft Punk, la canción “Da Funk” (1998) no quiere decir nada de nada, su vídeo tiene una cantidad de señales bastante tremebundas.
The/Tha/Da Funk
Un perro con cuerpo de hombre o un hombre con cabeza de perro camina con una pierna enyesada en una noche cualquiera de Nueva York. Pero no va solo. Aparece con un enorme estéreo, bien ochentero, por donde suena bien fuerte el increíble Da Funk, o la reproducción fonética de un The / tha Funk, que por supuesto tiene un correlato con Daft Punk.
Daft Punk cambia todo y nos deja tarea para la casa
El primer disco de esta banda francesa aparece en 1997 y se llama «Homework» o “Tarea para el hogar”. En aquel entonces, la música electrónica invadía las pistas con un sonido entendible, bailable y, generalmente, irreflexivo.
Daft Punk cambió todo. De repente, el DJ ponía estas canciones, entonces tan raras que casi nadie sabía cómo se debían escuchar y menos bailar. Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter tenían sólo 21 y 22 años respectivamente. Todo fue un éxito que, hasta hoy, muy pocas personas entienden.
Charles, el perro melancólico y tristón
Sucedió igual que al perro-humano del vídeo, que dirige, otro genio: Spike Jonze y que titula a esta historia: “Big City Nights”. Esto remite al título del libro de Charles Tony Maxwell que Charles (el perro humano), compra por $2 dólares en la calle, como si esas noches de la gran ciudad no valieran nada. Antes, la glosa nostálgica la pone una foto que mira el protagonista de él y, suponemos, su papá lavando un auto. La vertiente del drama sube, mientras la música nos sostiene bien arriba.
Con sus orejas de perro grande y sus ojos tristones, Charles debe soportar esas noches de Nueva York, demasiado hostiles, más cuando sólo lleva sólo un mes viviendo ahí. Dos niños se burlan de su forma de andar, es rechazado por una encuestadora por no ser “residente permanente” de la ciudad, el vendedor de libros se queja de su música y, lo peor, acuerda una cita con una antigua vecina que encuentra en un mini mercado, y cuando parece que la suerte de Charles cambiará, no puede ir con ella porque no aceptan su radio en el autobús.
Una tragedia llena de contextos, de espacios complicados y, sobre todo, distantes, como el silbido del final del film. Charles, de repente, nos recuerda a los existencialistas, para ser más precisos, a “el extranjero” de Albert Camus, a quien la inocencia y la mala suerte lo abruman y hace que tome malas decisiones.
Gracias a la música electrónica
La música electrónica dice más de lo que muchos piensan. En esta historia, los momentos climáticos, como un buen cuento, están sonorizados de manera excepcional. Porque, al fin de cuentas, lo electrónico, junto con ese ritmo que va directo a hacernos felices mientras nos bailamos todo, es una gran manera de contar aquello que, en ocasiones, es posible sentir, pero imposible de expresar.
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